Por: José Antonio Alcaraz Suárez
No sé si sea fortuna, estrategia o un mecanismo de autocuidado que he desarrollado a lo largo de mi vida, pero suelo tener mala memoria. Sí, suelo soltar de mi recuerdo agravios, resentimientos y malos ratos causados por otras personas, situaciones o, incluso, por mí mismo, aunque dejan heridas.
¿Cómo le hago? Sinceramente, no sé, pues no tengo un método racional, aunque sí un ejemplo que les compartiré más abajo y tiene que ver con LOS GATOS. Esto no quiere decir que apruebe o tolere esos agravios, traiciones, desengaños y ofensas; pero, a veces las heridas que cargamos suelen pesar más de lo que admitimos. Nos moldean en silencio, sin darnos cuenta, y cuando menos lo esperamos, ya no somos quienes solíamos ser.
CAMBIAR NO SIEMPRE ES CRECER
Hay transformaciones que vienen del dolor, del resentimiento, de la decepción. Es fácil endurecerse, levantar barreras, afilar las palabras y esperar el momento de ajustar cuentas con esas personas. Pero ¿de verdad queremos convertirnos en lo que nos hizo daño?
Existe un viejo proverbio que dice: “Antes de iniciar el camino de la venganza, cava dos tumbas”. La guerra —aunque sea emocional, silenciosa o interna— nunca deja ganadores reales. Incluso quien se impone, pierde una parte de sí en el proceso. Porque no se trata solo de hacer justicia, sino de no perder la alegría, la empatía y la paz que tanto cuesta construir.
Yo me he tenido que reconstruir en muchas ocasiones de heridas causadas por las acciones de otras personas, pero, la que más me ha llevado tiempo, esfuerzo y dinero (hay que invertir en uno), son las que yo mismo me he causado.
PERDÓN, EL ACTO REVOLUCIONARIO
Todos, sin excepción, hemos sido decepcionados. Y también, sin darnos cuenta, hemos decepcionado a alguien. Somos humanos frágiles, contradictorios, imperfectos. Por eso, el perdón, por más difícil que parezca, es el único acto verdaderamente revolucionario que podemos ejercer.
No se trata de justificar al otro, sino de liberar el espacio mental y emocional que la herida ha ocupado. Porque mientras no perdonemos, esa parte de nosotros estará secuestrada por el pasado.
Olvidar puede sonar ofensivo para quien sufre, pero irónicamente, tener mala memoria —al menos en lo emocional— es extremadamente saludable. Pasar página no es debilidad, es una forma de resistencia. Vivir sin rencores no significa ignorar lo vivido, sino aprender a cargarlo con liviandad.
Quizá no sepamos la batalla que está librando la persona que nos lastimó. Quizá jamás lo sepamos. Pero sí podemos elegir no cargar con armas que no nos pertenecen. Podemos amar como si nunca nos hubieran herido, no por ingenuidad, sino por valentía.
Porque al final, sanar no es olvidar lo que pasó, sino recordarlo sin que duela. Y vivir, verdaderamente vivir, es abrir los ojos cada día como si fuera la primera vez. Como una flor que acaba de abrirse.
EL GATO QUE ME AYUDÓ A TENER MALA MEMORIA
Hace más de una década leí el libro “El Ser Superior” de Deepak Chopra. No recuerdo exactamente en qué parte del libro resalta una cualidad especial que los gatos tienen y que parecen olvidar: la carga del pasado y futuro.
Es decir, los gatos viven completamente en el presente sin aferrarse a memorias de frustraciones (cuando no logran cazar a su presa o dan un salto que los hace caer) ni anticipaciones. Según Chopra, los gatos: “VIVEN CADA MOMENTO COMO SI FUESE TODO NUEVO, no conocen ni remordimientos ni ansiedades, pues solo tienen este momento”.
Este enfoque resuena con la idea de que, como los sabios, los gatos están “completamente presentes, aquí y ahora”. La cita clave lo describe así:
“No había conocido ningún gato que le diera tanta importancia al pasado o al futuro. Como los santos más sabios, los gatos viven cada momento como si fuese todo nuevo. Lo que has hecho esta mañana o ayer o el año pasado se ha desvanecido ahora… Lo que ha de venir es sólo un sueño… Solo tenemos este momento, ¿lo ves?”.
En resumen, esa cualidad de presencia plena, de estar anclado en el ahora, es lo que Chopra destaca como ejemplar en los gatos.
GRACIAS