Por: Tania Martínez Suárez
Lo que más recuerdo de mi abuelo son sus historias, el tono de su voz, el movimiento de sus manos, sus ademanes, nos mantenía atentos a su charla, prestos a los cambios repentinos de sentido dentro de la trama, sus narraciones tenían un hilo conductor maravilloso. El pasado, los sueños y su terruño siempre encontraban un espacio para manifestarse.
La transmisión oral de saberes es la base de las sociedades, la comunicación es el conducto, la amalgama y el recipiente en el que las ideas se comparten, se diseminan y germinan. Nos conectamos a través de las palabras, la transmisión de las ideas fue en primera instancia oral, así iba de generación en generación adicionando nuevos conocimientos adquiridos y reforzando los lazos comunitarios. Espectáculos como el teatro permitían compartir con un mayor número de personas determinados mensajes que muchas veces estaban al servicio del gobernante en turno. Con la aparición de los libros impresos en 1455 la escritura se convirtió en el medio para resguardar la memoria de la humanidad.
Los libros son objetos comerciales es cierto, están sujetos al mercado y a la moda, a los Best Seller o el encriptado mundo de los intelectuales que a pesar de su entelequia no se hacen entender, sí es todo eso… pero sobre todo son una ventana, una posibilidad, una misiva que cada persona recibe de forma única, el mismos libro será interpretado de forma distinta por cada lector, incluso le dirá cosas distintas si lo lee en diversos momentos de su vida.
La lectura ha sido mi compañía, mi lugar sereno y detonador de transformaciones en mi criterio, me ha ayudado a dialogar conmigo, y encontrar las palabras para hacerlo con los demás, nunca me he sentido sola si tengo un libro conmigo. Genero estrategias de fomento a la lectura y escritura buscando despertar en las y los participantes las mismas sensaciones que experimenté, “Creo que parte de mi amor a la vida se lo debo a mi amor a los libros”. Adolfo Bioy Casares.
Los títulos que las personas anteponen a su nombre cuando firman un documento o se presentan no significan mucho para mí, si tuviera que autoproclamarse con uno, ese sería sembradora, es un deleite compartir con diferentes comunidades: enseñando, aprendiendo, mirando desde otra perspectiva. nada me hace más feliz que reconocer en los demás, articular nuevas formas de comunicarse, jugar, reflexionar, repensarse en el espacio que se habita, ayudar a que la palabra encuentre oídos donde florecer, que sea contagiosa la lectura y se renueve el aire que respiramos.