Por: José Antonio Alcaraz Suárez
La vida es un pinche viaje misterioso. Me intriga su textura efímera y sutil, sus múltiples e inciertos caminos y su plasticidad para moldear los destinos de quienes hacemos este éxodo. En ese recorrido, aparecen trenes que simbolizan oportunidades únicas, momentos que marcan un antes y un después.
Varias veces he escuchado una frase que dice más o menos así: “En la vida hay trenes que, si no los tomas, jamás vuelven a pasar”. Esas 14 palabras son un recordatorio que no todo se repite, que existen instantes irrepetibles que requieren de decisión, valentía y confianza en nosotros mismos.
EL RECUERDO DE LO QUE PUDO SER
El tren que no se toma puede convertirse en “el recuerdo de lo que pudo ser”, en una contundente lección que enseña a no dejar escapar lo que realmente importa, pues ese tren al que decidimos subir se transforma en experiencias, aprendizajes y crecimiento.
De manera particular, he sido valiente, curioso y en ocasiones inseguro. Me he subido a varios trenes, pero, también, he dejado pasar otros de los cuales me he arrepentido de no haberlos tomado.
Porque existen oportunidades en la vida que, si se dejan pasar, no se repetirán. Esto es un llamado a la acción, a aprovechar las ocasiones que se presentan y a no quedarse anclado en la pasividad.
La imagen del “tren que no vuelve a pasar” es poderosa. Evoca la idea de que “el tiempo avanza inexorablemente y que las oportunidades son limitadas”. Si bien es cierto que la vida está llena de nuevas oportunidades, algunas son únicas y no se repiten.
POR MIEDO A QUEDARSE ATRÁS
No se trata de subir al primero que pase por miedo a quedarse atrás. Se trata de reconocer cuál es el que nos llevará hacia donde queremos estar. He sido paciente, intuitivo y cauteloso, pero la vida siempre tiene sus métodos. Para ello, me amparo bajo el principio estoico del “Amor Fati” (amor al destino):
Cada oportunidad tiene su tiempo, su espacio y su propósito. Algunas llegan una sola vez en la vida, y es ahí donde debemos atrevernos a actuar. Tomar ese tren significa elegir avanzar, abrazar lo desconocido y confiar en que el camino, aunque incierto, nos conducirá hacia nuevas posibilidades de creación.
En esencia, esta metáfora del tren invita a vivir despiertos, atentos y proactivos. Nos recuerda que la vida no se detiene a esperarnos y que nuestro destino se construye con las decisiones que tomamos hoy.
Porque al final, más vale haber subido a ese tren con el corazón decidido, que quedarse en el andén mirando cómo se aleja para siempre. Esto me trae a la mente la frase de una canción que dice “prefiero naufragar a no salir nunca del puerto” (Soy así, del grupo Elefante).
GRACIAS