Por: Tania Martínez Suárez
“La vida tiene una forma de dar vueltas.”
Brigid Gorry-Hines.
Pienso en los círculos, los reales que se iteran en el azulejo del restaurante que más me gusta… son nítidos, precisos, uno a continuación del siguiente, cadena infinita de resurrecciones y alaridos.
Recuerdo los círculos que se forman en el humo de los cigarrillos, en los que se asoman al arrojar piedras en los cuerpos de agua, generan ondas que se pueden escuchar como chasquidos inexistentes, logran cierta concreción y efecto visual atrayente hasta que se disipan, el agua vuelve a tranquilidad incoherente dentro de este mundo lleno de escándalo y movimiento.
Me topo de frente con el inicio de la vida, mi amiga Ana dio a luz a un pequeño hermosisimo, con ojos como canicas de infinito, el toma su mano y el mundo se detiene, muchas veces la charla se silencia para verlo sorprenderse con los sonidos, el aire, las figuras que percibe. Al nacer un ser humano, creo que quienes lo atestiguamos volvemos a nacer con él o ella, al asombro y el descubrimiento sempiterno de cada cosa que acontece. Al mismo tiempo mi querida Yanira perdió a su madre y observo que un poco del mundo se va con ella, esa forma única de percibirlo se ha dilapidado, así morimos un poco con cada ausencia, y es inevitable pensar en mi hija y mi madre, soy ese círculo concéntrico que se enlaza en el tiempo con una y con otra, a una le di la vida y otra me la regaló a mí, aunque en el sentido más estricto y más oblicuo las tres somos la misma, junto con mis abuelas, bisabuelas y ancestras hasta donde ya no pueda reconocerlas; y mis descendientes hasta donde ya no me identifiquen a mí.
Pienso en los círculos sociales, los grupos, clubes y gremios, esos son los círculos más efímeros que el humo de los cigarrillos y las ondas en el agua, durarán por más tiempo los azulejos pintados a mano que estos otros, que solo funcionan cuando excluyen a los demás.
Pienso en los ciclos y su término, en el abandono de la vida que se conoce, en lo saludable que es comenzar de nuevo y el miedo terrible que ocasiona el solo hecho de contemplarlo. Reminiscencia de mi niñez observar las repeticiones en las baldosas, en el papel tapiz o las carpetas tejidas de mi abuela, las palabras se tejen sean dichas o escritas hilvanan mensajes e ideas. Esa cadena infinita llena de círculos y bucles temporales nos tiene aquí, quizá en espera de que la realidad se transforme o nos trague la ciclicidad cómplice de lo cotidiano.