Por: Tania Martínez Suárez
El cielo y el sol siempre están ahí. Son las nubes las que van y vienen.
Rachel Joyce
La bandeja de entrada otra vez está saturada, quizá en parte sea ese molesto correo que me llega desde Gmail todos los días, donde avisa que mi cuenta se encuentra a punto del colapso, eso sumado a las notificaciones del banco, las suscripciones de literatura, estudios de humanidades, los correos del trabajo, las confirmaciones de las reuniones, los enlaces de videollamadas o clases que se programan con un mes de antelación y se cambian de último momento.
Todo suma a la congestión del drive, del correo electrónico, del celular… ya que en esta era de la acumulación digital, todo se guarda en la nube. El celular envía en automático todas las fotografías que tomas o recibes, solamente con los grupos de Whatsapp tienes para que decenas de imágenes lleguen cada día a la nube, las borras y luego hay que hacerlo de la galería del celular, y de cada grupo del Whatsapp. Tomamos fotos de todo lo que nos parece interesante, a lo que deseamos recordar o lo que nos parece gracioso.
“¿Qué es la nube?”, Vivek Kundra, director de informática federal del gobierno de EE. UU., respondió: “Hubo una época en que cada hogar, pueblo, granja o aldea tenía su propio pozo de agua. Hoy en día, los servicios públicos compartidos nos dan acceso a agua potable con solo abrir el grifo; la computación en la nube funciona de forma similar. Al igual que el agua del grifo de la cocina, los servicios de computación en la nube se pueden activar o desactivar rápidamente según sea necesario. Al igual que en la compañía de agua, hay un equipo de profesionales dedicados que garantizan que el servicio sea seguro y esté disponible las 24 horas, los 7 días de la semana. Cuando el grifo no está abierto, no sólo se ahorra agua, sino que se evita pagar por recursos que no se necesitan”.(Kundra, 2023)
El correo avisa que no tengo espacio de almacenamiento, también me ofrece una salvación inmediata, sin que tenga que aventarme un clavado a los recuerdos de años atrás para depurarlo de forma inmediata, basta con que compre almacenamiento, entiéndase entonces que espacio si hay, pero está destinado a aquellos que pueden pagar por él. Pienso en que ojalá tuviera tiempo de revisar con detenimiento cada archivo, revivir cada uno de los recuerdos que en ellos se acorazan, ¿Realmente quiero navegar en ese mar de ideas? ¿Es solo miedo a perder algo que, a pesar de su valor, con el paso del tiempo de todos modos ya he olvidado?
Hoy se cumple el plazo para agenciarme más espacio en esa enorme nube digital que promete guardar los archivos de mi vida, así que compro tiempo, un año más para tener la oportunidad de reencontrarme con ese pasado al que a veces le rehuyo tanto como lo atesoro. Ojalá también pudiera comprar tiempo para mirarlo.