¿Qué sería de las mujeres sin el amor de las mujeres?
Marcela Lagarde
Por: Tania Martínez Suárez
Ellas han sido el andamio por el cual he podido transitar la vida, han sido una tremenda fortuna tener justamente las amigas que he necesitado en cada estadio, edad o circunstancia. Mis primeras amigas fueron mis primas, de niñas solíamos jugar en cada oportunidad, crecimos juntas, éramos el griterío, las carcajadas, aprender a andar en bicicleta y curar los malestares con los dulces salvavidas.
Recuerdo a la primera amiga que tuve en el preescolar, era una hermosa niña de mejillas rosadas y peinado a dos trenzas, fuimos buenas amigas hasta que un día en el recreo me golpeó tan fuerte en el estómago que me hizo vomitar, luego de eso, aunque seguíamos siendo compañeras de salón prácticamente no volvimos a hablarnos. Nunca supe porque me pegó, pero sin duda me dio una lección valiosa, algunas amigas no lo son para siempre.
Tuve buenas amigas en la primaria, una de ellas se apellidaba igual que yo, por lo que decíamos que éramos hermanas, nadie nos creía porque somos muy distintas físicamente, pero nos sentíamos victoriosas cada que dejábamos a los demás con la duda. durante un tiempo forme parte de un grupito de amigas, de esas que se compran los mismos tenis y se ponen pulseras de colores a juego, éramos 5, vivíamos cerca y solíamos hacer las tareas juntas; una de ellas se mudó y creo que eso contribuyó a que ese grupo de disolviera. Cuatro fueron mis grandes amigas en la secundaria, cuando nada en el mundo parecía encajar correctamente ellas fueron mi asidero, mi refugio, pasamos juntas la adolescencia, las primeras pérdidas o corazones rotos, les sigo la pista desde lejos, aunque son adultas igual que yo, siempre las recuerdo como esas chicas con las que escapaba a tomar helados.
Me pasa un poco eso con todas, las recuerdo con cariño en el tiempo que las conocí, volver a ellas me lleva también a todas mis edades. Las amigas de la preparatoria y la universidad son diversas, me encantaba los disimiles que eran, no teníamos que estar de acuerdo en todo, no estábamos juntas siempre, pero coincidir entre clases o salir por las tardes era apasionante, hacer viajes juntas, ir de fiesta, debatir en las aulas y los pasillos, ver su gran solidaridad, comenzar a ser nosotras mismas. Sentir que juntas éramos más fuertes, ser puntos de apoyo la una para la otra, fueron sostén en las más oscuras de mis horas, espero de verdad corresponder al cariño que me brindaron y me siguen brindando.
Mi hermana es también una amiga muy especial, haberla visto crecer lo hace distinto, no siempre nos llevamos bien, y tal vez no nos vemos tanto como nos gustaría, pero yo sé que si necesito algo ella estará ahí para escuchar, lo mismo que yo.
Las amigas que hecho de adulta, son otra cosa, son un universo complejo: divergentes, rebeldes, aguerridas, expertas, maravillosas, divas en tacones, corredoras de maratones, reporteras, multifacéticas, maestras, maravillosas mujeres desaprendiendo y haciendo frente común cuánto se necesita, sé que están al alcance de un mensaje, siempre atentas, se siente muy bien poder ser una misma, abrirse a hablar de las realidad que habitamos, de nuestros sueños, nuestros problemas que pesan menos cuando se comparten, así se hacen pequeños y se encuentran soluciones. Son un coro, monólogos representándose absortas en cotidiano, que abren una pausa para respirar y mirar a las otras.
Mis amigas más grandes suelen darme su bendición, me tratan como su hija o nieta, y me siento feliz cuando puedo ayudarlas, porque las admiro tanto, en muchos sentidos son mis maestras, mis guías. Me confrontan, me cuestionan y dan fuerza para seguir abriendo el camino que han andado.
Kafka, es mi mejor amiga perruna, la adopté cuando era una cachorrita, son ya 10 años juntas, fue la primera niña de la casa, nuestra vigía y compañía imperturbable, nadie nos deficiente de los enemigos malvados como el camión del gas, la basura, o el afilador como ella.
Las amigas que quieren a mi hija, que me ayudan a maternar, que me dan consejos, alimentan con su experiencia esta difícil tarea. Las mamás de las amigas de mis hijas, que la cuidan y me dan los informes que la profesora no, cuando llego tarde a la junta, las mamás de las amigas de mi hija son mis amigas, porque yo sé que la cuidarán tanto como yo a sus niñas.
Las amigas de tiempo breve, acompañantes de un trayecto para sentirnos menos solas ante el miedo de la inseguridad que nos rodea, amigas de un taller, de la que hubiera sido una solitaria estancia en la sala de espera, amigas incidentales, amigas gentiles que uno conoce en el baño siempre dispuestas a acomodarte la ropa o el peinado, amigas en el supermercado que te recomiendan productos o recetas de cocina, amigas de amigas, una mujer que sin conocerte si sabe que necesitas una toalla sanitaria y cuenta con una tela extenderá con una sonrisa de por medio, nunca he visto a una mujer negársela a otra.
Las amigas con la que se construyen realidades todos los días, con quienes se hacen frentes y se enarbolan causas, las amigas de ideología, aunque no se les conozca en persona, las amigas inspiración, raudal de cofradía, nunca más me sentí sola cuando aprendía a hacer amigas.
