Por: José Antonio Alcaraz Suárez
Hace unos días, unos buenos amigos me preguntaron si creo en Dios. La respuesta brotó profunda, sincera y pausada: Creo en mí.
En medio del ruido exterior, el refugio verdadero está en el interior. Respira, medita, sumérgete en tu silencio, esa es la llave, la puerta y la brújula. El silencio interior no es sólo calma: es supervivencia, es verdad, es conexión con lo eterno.
Desde hace años, en este sendero que llamo “El Despertar de la Noche del Alma”, con una lucidez intermitente y una sensibilidad cada vez más aguda hacia lo invisible, comencé a resonar con otros espíritus que, como yo, intuían que la realidad es apenas un velo y que más allá palpita un universo distinto, vasto y sutil.
En esa travesía desaprendí mucho de lo que consideraba cierto. También abracé nuevas enseñanzas, religiones y filosofías que sirvieron de sostén a mi ser terrenal. Sin embargo, lo más revelador fue escuchar dentro de mí una voz que rebasa lo antiguo, una sabiduría que no provenía de libros ni de maestros, sino de mi propio Espíritu.
Durante un tiempo me cuestioné de dónde surgía. Era curioso: mientras corría al amanecer, tomaba un baño o incluso al entrevistar a un funcionario, esa conciencia emergía como un susurro suave pero contundente. A eso lo llamé entendimiento: la certeza de que, de algún modo, ya lo sabía.
Hoy sé que esa sabiduría emana de mi Espíritu, una escencia que va más allá de la concepción de un Dios, oculta tras la ilusión de esta matrix llamada realidad. Se manifiesta cuando la mente se aquieta, cuando me entrego a la fuente sagrada del silencio interior.
Ese silencio no es vacío: es un portal. Allí se revelan respuestas que nadie más puede ofrecer. Yo puedo compartir mi verdad y mi discernimiento, pero cada persona debe recorrer su propio laberinto y hallar el hilo dorado que conduce al centro. No hay sustituto para el silencio interior, pues su propósito es reconectarnos con nuestra esencia inmortal.
EL SER QUE DESPIERTA NO CONCUERDA NI CON BUDA
Maestros, gurús, templos y escrituras pueden ser faros, pero nunca la meta. Una frase retumbó en mí como un trueno:
“Sin templos ni iglesias, ni gurús ni maestros, ve dentro, ahí donde tu corazón vibra y toca tu universo… DESCÚBRETE, SIN INTERMEDIARIOS.”
Ni Jesús, ni Buda, ni Mahoma, ni Lao Tse quisieron ser adorados como dioses. Su legado fue abrir senderos, romper dogmas y recordarnos que somos conciencia reencontrándose con su origen. No somos lámparas esperando ser encendidas: somos luz en esencia.
Hoy, en medio del “holodrama” de un mundo convulso, saturado de distracciones y sombras que buscan drenar nuestra energía: DESPIERTAS. Cada vez más espíritus rompen las cadenas invisibles a los ojos físicos, ese despertar es incontenible.
GRACIAS