Por: Tania Martínez Suárez
Ese olor es inconfundible, así como un aroma que se escurre, escapa de los guisos y da cuenta de su sabrosura, el olor que se desprende de los libros apenas se toma acordeaonicamente entre las manos es irrepetible, inescrutable, único… y es el llamado para los amantes de estas obras de arte.
Los libros son objetos preciosos que contienen el pensamiento de un momento específico en la historia, son el medio y son el mensaje que alguien esbozo a través de su muy limitada visión del mundo, limitada sí, porque no podemos abarcar desde nuestra efímera humanidad la totalidad del conocimiento, las sensaciones, las letras o los lenguajes. Ahí van, navegan como cápsulas de tiempo aguardando a ser desencriptadas, son arrojados a la vastedad del universo… quizá como un llamado esperanzador a que alguien más, en otro momento de la vida pueda mirar su reflejo en las letras que escribió.
Mientras escribo, puedo escuchar a mi esposo leyendo en voz alta para mi hija, están en su primera vuelta a Momo, porque suelen leer los libros 2 o 3 veces, Vida dice que la primera lectura es para conocer a los personajes, para imaginar cómo son, cómo serían los lugares, etc, y la segunda es para disfrutar, para reírse con las situaciones y soñarlas. Pienso que es muy afortunada, tiene un gran lector como papá, y el disfrute es para ella una cuestión natural, inherente a la actividad de la lectura. Yo no tuve esa suerte, ahora que lo pienso, a mí me leían el mundo a través del mundo mismo, como mi abuela que sabía leer la naturaleza o mi papá que decodifica mejor que nadie la Ciudad de México, también el entorno se lee, pero leer un libro es un regalo para el alma.
Yo aprendía a amar a los libros ya cuando estaba en secundaria, me asumo como alguien que gusta de ir a contracorriente, y me gustaba más entablar estos diálogos con los libros que con los compañeros de clase. Disfruté mucho los libros de la corriente del Boom Latinoamericano que estaban en la biblioteca de mi Tío Manuel, esa fue la primera biblioteca que sentí mía, no porque lo fuera en sí, sino porque podía brevar estos fragmentos de pensamiento. Recuerdo que releí muchas veces “Cien años de Soledad”, y otros de García Márquez, “La hojarasca” “Los funerales de Mamá grande” “Doce cuentos peregrinos”, para mí era hablar no solo con la historia, también con quien la escribía. Las bibliotecas son tan importantes porque en ellas se contiene los ejemplares al alcance de las personas, pocos actos tan democráticos como el acceso a las bibliotecas públicas, la del ICSHu estará siempre en mi corazón, como la Ricardo Garibay, la hermosa Vasconcelos y la histórica biblioteca de la UNAM.
La narrativa me gusta, pero la poesía es mi remanso, todo lo que no se ha creado en el mundo cabe en la poesía, es inabarcable, y sí la escribimos acrecentamos ese magma lo inunda todo. La poesía canta, tiene ritmo, es el corpus onomatopéyico de la palabra, un coro de todas las voces que se acuerpa en los lectores. Leo porque reverbera en mí lo contenido en los libros, porque me siento menos sola, porque en el caos del mundo, en el vértigo, los libros son un lugar seguro, nos salvan del hastío, de la penumbra y con suerte también de la estupidez.
El 23 de abril de cada año se conmemora El día internacional del libro y los derechos de autor, estoy convencida que hay por lo menos un libro que puede transformar la vida de cada persona, ojalá tengamos la fortuna de que las letras nos arropen. El gran acto revolucionario que podemos practicar es la lectura, el pensamiento crítico, la inconformidad ante lo que se establece como una verdad única, la palabra se multiplica y con ella se germina.