Por: José Antonio Alcaraz Suárez
En la calle Reforma, justo frente la Escuela Primaria Cuauhtémoc, en Pachuquilla, el cuac cuac de un pollo de plástico anuncia la llegada del carrito de helados y paletas de Don Cecilio. Ahí, bajo el sol y las nubes de septiembre, se encuentra acompañado de su inseparable compañera: Pantera, una perrita rescatada que ahora porta con orgullo un moño tricolor en honor a las fiestas patrias.
“Bueno, pues ahorita ando vendiendo paletas, tengo dos semanas y gracias a Dios ahí la llevo, se va vendiendo bien”, cuenta Don Cecilio Cruz Hernández mientras se acomoda su sombrero de paja y su mandil de mezclilla. A su lado, echada, Pantera observa atenta, siempre dispuesta a caminar junto a él.
Esta bella historia de nobleza y amor comenzó en un camino de terracería, rumbo a Tula de Allende, en el campo. Ahí nació Pantera. Don Cecilio pasaba diario en un camión de refrescos y le llevaba “un taquito” para que comiera algo, hasta que un día decidió rescatarla por completo: ahora, pantera tiene su cartilla de vacunación, croquetas aseguradas y mucho amor.
“Se fue poniendo bonita. Me acostumbré a ella y ella a mí, fue entonces que llegó el momento que dije: ‘Mejor vámonos para casita’”, dijo el paletero, que es vecino de la colonia Providencia, Mineral de la Reforma, Hidalgo. Desde entonces, Pantera no solo encontró un hogar, sino también un compañero inseparable.
“Es una buena perra, una fiel compañera”, dice con una sonrisa. Y es que Pantera se ha convertido en toda una atracción: la gente se acerca a acariciarla, le sonríe, y más aún cuando la ven con su distintivo moñito festivo tricolor.
Además de instalarse en la primaria Cuauhtémoc, Don Cecilio recorre otros puntos como el Parque de la Providencia y la secundaria de la zona, siempre con Pantera a su lado. Vende helados y paletas de limón, chocolate, arroz con leche… para sostener a su familia y a sus dos hijos, mientras su perrita le brinda compañía y también seguridad.
“Para mí, Pantera, representa compañía, pero también seguridad. Ella va conmigo a todas partes donde yo salgo”, dice con orgullo. Y Pantera, moviendo la cola, parece confirmar cada palabra.
Una historia sencilla pero poderosa: un hombre trabajador, un carrito de paletas, y una perrita rescatada que ahora viste de patria. Porque en cada esquina donde suena el “cuac cuac” de un pollo de plastico de Don Cecilio, no solo se venden helados, también se comparte un ejemplo de amor y fidelidad.